Conocer la historia de la Iglesia es una manera de hacer teología y espiritualidad. Un ejercicio continuo de aplicación y de actualización de la Palabra de Dios en el mundo, que manifiesta las riquezas del mensaje cristiano y de los caminos de Dios en la humanidad. Por ello, apenas si es necesario insistir en la necesidad que todo cristiano culto tiene de estudiar la historia de la Iglesia como un modo más, no sólo de ilustrarse, sino de alcanzar la maduración ética y doctrinal.